viernes, 23 de octubre de 2009

Malos pensamientos 2

Viajamos a Bat-Yan, casi tres horas de viaje hasta el mar, en dos ómnibus y un colectivo, el  hasta Beer-Sheva, luego el 370 a Tel-Aviv y, desde allí, el 46, vía Jaffo.
La terminal de Beer-Sheva, llena de soldados que van para sus casas, diseminadas en los rincones del país que se guarda, cada uno, en los álbumes de fotos de Aliza. A propósito, ya se rompió el arreglo provisorio que me hicieron en la sesión de dentista.
Una muchacha, pollera negra larga, camisa blanca (cuando se acerca, no es tan joven, muestra una gran arruga en su frente), reparte unas torás, que utiliza como si fuesen I-Ching; pide que las abramos en cualquier página, al azar, y que leamos el versículo relacionado, del principio al fin. Explica, con gran velocidad (sabe que en cualquier momento ascendemos al bus), que se trata de rezar por el soldado cautivo Guilad shelit, y por las almas de aquelos dos que muriaron durante su secuestro por Hizballaah, Retguer y Goldwasser. En efecto, el ómnibus llega, y se despide hasta otra vez. En la cola, un persa con la quipá tejida de los nacional-religiosos, le dice al soldado que tiene a su lado, “a ese (por Shelit), hay que dejarlo allí, en el fango de Gaza, es un asunto de seguridad nacional.

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