domingo, 18 de octubre de 2009

El sacrificio

AAl día siguiente, Cacho fue enterrado en el cementerio “Menujá Nejoná” , en traducción, “Apropiado descanso”, un cementerio alternativo para practicantes del judaísmo no-ortodoxo, para cristianos, para no-`practicantes, para los sin religión: para cualquier vecino de Beer-Sheva no identificable a primera vista en plato de sopa que acostumbran a tomar en este país, al cual le tocó morir. Allí se entierra, en primer lugar, a ex-soviéticos y, luego, a argentinos. Éramos unos cincuenta argentinos despidiéndolo a Cacho, más algunos nativos y rusos. A buena parte de ellos no conocíamos; a otros, los veíamos después de áños; con una pequeña parte mantenemos amistad. Se ponía el sol, y se comentaba acerca de otros que habían fallecido en los últmos tiempos. Dos años atrás, gran parte del público había asistido, en este mismo escenario, al entierro del baterista
Roberto Barrionuevo, que tenía 58 años, y una vez estuvo en mi casa, para proponerme que toque la guitarra en una orquesta que planeaba formar. También se habló de otro artista que hace un mes había muerto en la ciudad de Rishon Letzíon; a este punto, alguien protestaba entre sollozos que, cómo, ¿habíamos venido a este país a enterrarnos unos a otros? Argentinos en Beer-Sheva: aquellos que aún conservan empleo, en su gran mayoría, trabajan en fábricas de químicos en donde se envenenan o adquieren cáncer, o limpian casas, cuidan enfermos, ancianos, bebés. La OLEI (Organización Latinoamericana, España y Portugal en Israel), controlada por argentinos “integrados“, se encarga de intermediar entre la colectividad y las empresas israelíes que buscan mano de obra barata o insalubre. Ajados, en permanente flotación entre Israel (el Estado) y un pasado allá, en castellano, lengua que hablaban de corrido, a paso lento, detrás de Cacho, envuelto en sudario, sin cajón. Cuando lo descienden, ya es de noche. Diez minutos más tarde, ya nos estamos dispersando. Algunos regresamos en un ómnibus puesto por la municipalidad. Descendemos en “La casa del soldado”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario