Ajeno a todo, Amos Oz en este momento se toma un té, piensa en los helados de su infancia, escribe a mano y tacha. Hace dos meses, cuando
movilizaciones xenófobas y racistas para pedir la expulsión de los refugiados sudaneses y eritreos conmovieron a Arad, Amos Oz hizo una aparición tímida y ambigua, realizó declaraciones bifrontes, y se retiró a esperar el Nóbel.
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