viernes, 29 de enero de 2010

Desfiladero

En tanto, los cuervos se pasean generalmente de a cinco. Caminan a su manera chueca, sin prisa, por sus barrios. Siempre hay uno que se encarama sobre un poste de alumbrado y se pone a parlotear. Comparten, cuando pueden, el pan de las palomas. O planean en círculos sobre el cause seco del río, por diversión, o por motivo de una carroña.
A mi perra les llama la atención, pero no les tiene miedo.
Sí, le asustan los asnos. Dos chicos beduinos llegaban a galope de burro por la vereda por la que paseábamos. Di un paso al costado y mi perra quiso rajar.
Pero la sostuve.

Los chicos iban al almacén de los hermanos beduinos.
Luego, volvieron por la misma vereda y se metieron por el desfiladero que baja al Mar Muerto.

A metros de ahí, otro beduino puso una verdulería.
A poco de tomar posesión del local, descubrió que el cuarto del depósito estaba lleno de serpientes. Tenían un nido, y eran decenas. El mismo, decía, podía matarlas si quería, pero ese trabajo le correspondía a la municipalidad.
Tardaron una semana en venir, llevárselas y limpiar el lugar. En el desierto, me dijo, esto es lo más normal. Pregunté, ingenuo, si eran serpientes o culebras. Todas venenosas, muy venenosas, venenosísimas, dijo.
El, a su vez, creía que yo era ruso, y repetía, spasiva, spasiva. Cuando le corregí, enseguida recordó la guerra de Malvinas y el Exocet que hundió al barco inglés.
Me pregunta siempre cómo estoy, y le respondo que bien, y el completa, "no te preocupes, todo irá bien".

En Arad, sudan y se quiebran

En Arad, el discurso de la muralla de Netaniahu, fue escuchado y anotado en forma especial, porque el premier da tres ejemplos de ciudades perjudicadas por la masa de trabajadores extranjeros e ilegales que usurpan las fuentes de trabajo de los israelíes: Arad, Eilat y Tel-Aviv. Una nota a doble página de la revista local Hatzví saca pecho y, bajo el título, "La relación entre los infiltrados (sudaneses y eritreos) y la economía israelí", grita en  subtítulo, "!Establecer 450 puestos de trabajo para los habitantes de Arad". Puestos de trabajo (camareros, personal de limpieza, personal de cocina) que están en manos de sudaneses y eritreos, y  que los aradanos puros nunca ocuparán. Porque, en el fondo, los consideran trabajos de mierda, y por el otro, porque la comisión parlamentaria de presupuesto derogó la disposición que prohibe el empleo de inmigrantes ilegales por medio de contratistas de Arada y Mar Muerto.
Ahora Arad está en la lona, no sólo porque su Amalec interno amenaza quedarse para siempre, sino porque la misma comosión redujo los fondos de asistencia para la ciudad, y de todas las ciudades en desarrillo,  en un 33 por ciento. Hace unos días comenzó a salir humo desde un edificio de un barrio de inmigrantes. Vienieron, no sólo los bomberos voluntarios de Arad, sino una unidad de los  bomberos de Beer-Sheva. Un huimo espeso, que salía de alguna parte, pero no se detectaba de dónde. Hasta que alguien señaló una puerta de un departamento, y la tiraron abajo. Adentro, un grupo de sudaneses se reunían alrededor de carbón encendido en incienso.

Pum, pum, quién es: Amalec

Al fin y al cabo, dijo Netaniahu, en el corto plazo, Israel estará rodeada en su totalidad por una muralla, desde  Egipto hasta el  Golán. De este modo anunciaba la decisión de cosntruir un muro a lo largo de la frontera con Egipto con el propósito de cortarle el paso a la inmigración ilegal proveniente de Africa, en especial de Sudán y Eritrea. También, agregó, para evitar que el comercio de prostitutas traídas, casi todas, de ex-repùblicas de la Unión Soviética, en especial de Moldavia, haga uso de  esa misma frontera. Afirmó, con énfasis, que la inmigración de trabajadores extranjeros pone en peligro la identidad judía de Israel.
Y desde Auschwitz, el Primer Ministro advirtió, cuidado, Amalec ataca de nuevo. Amalec, el enemigo bíblico de los hebreos, del cual Dios borró su semilla, pero no, parece que no, alguna cepa suya atravesó la literatura religiosa, y echó raíces en la ficción política de Israel. Amalec es ubicuo, ora es uno, ora es otro, ora todos al mismo tiempo. Los palestinos son Amalec, los malos, por supuesto, pero también los buenos. Por más que le den caño a ese Amalec, nunca se acaba, vive al acecho. Los beduinos, cuidado, son Amalec encubierto. Los organismos de derechos humanos, servidores de Amalec. La ley internacional, manipulada por Amalec. Las críticas a Israel, voces de Amalec. Pero el gran Amalec, hoy por hoy, es Aradán. O, digamos, el triángulo Aradán-Damasco-Gaza es el súper Amalec. Amalec, descendiente de Esau (el hermano resentido de Jacob, luego apodado Israel), construye túneles a decenas de metros bajo las rocas del país de Aradán, para soterrar, y hacer inexpugnables, sus ingenios atómicos en donde será posible desarrollar, sin que Arad lo pueda impedir, las bombas atómicas necesarias para boorrar para siempre el natéma bíblico que no lo deja dormir. En la puesta en escena de Ajmadinayad,  líder e hijo dilecto, Aradán es el instrumento del bien que pondrá fin a las tropelías del estado heredero de los derechos de autor de la Torá, y trasformó a su país en misilestado cuyo fundamento es la palabra destruir. Retórica que viene bien a su partner, el estado de Arad: al igual que Aradán, cuanto más crezca Amalec, mejor se asfixia al súbsito local.  Los pueblos se vuelcan a la derecha porque creen que destruyendo a Amalec, se resguardan y se guardan. Cuando, màs adelante, amanecen hechos mierda, algunos se dan cuenta del error. Y levantan la mano izquierda. Por un tiempo. Tarde o temprano, alguien claudica.

Ellos ses vacunan

Los argentinos también se hicieron humo, o continuaron barranca abajo, rumbo al Mar Muerto. Hubiéramos querido decirles algo, por ejemplo, "no se queden por mucho tiempo aquí, o se van a quedar encerrados", o darles un susto cuando los tuvimos casi al frente nuestro, orinando las paredes del súper, pero estábamos cansados. Ellos, en cambio, habían recibido la vacuna contra la perturbación.

Aparecen, se esfuman

Hace unas semanas, antes de fin de año, de modo que hace un mes, se habia hecho de noche, muy temprano, a eso de las cuatro y media, como sucede en invierno. Salíamos del supermercado, no muy cargados, lo mismo que el bolsillo, y ahí nomás, apenas dimos unos pasos, se detuvo en la avenida,  diez escalones abajo, un ómnibus de turismo. Les vimos la pinta a los pasajeros, todos jovencitos, y dijimos, zas, de nuevo norteamericanos. Chicas y chicos, estudiantes de alguna institución judía, o sionista, o ambas cosas, de New Jersey, o Miami, o Chicago, con sus remeras y mochilas estampadas con distintivos, con un cansancio relajado, descendían y se agrupaban, y luego movían, en dirección al súper. Con ellos, un guardia, muy jjoven también,.armado con una carabina corta, buscaba acomodarse sobre un descanso de cemento y piedra, con vista a la entrada,del Mega, para vigilar a los chicos desde ahí.
Una chica saca su celular y llama a alguien, "sí, ya llegamos a Arad, estamos bien". Metros más adelante, de entre unos àrboles, se oye, "vení, boncha, vamos a echarnos un meo". Como por encanto, o evento físico-químico, los gringos se esfumaron, o transmutaron en argentinos.