jueves, 15 de octubre de 2009

Figuritas

Ayer, anteayer, pido café negro, estoy sentado en la fonda Petrocilia (Perejil), en una de sus mesas sobre la peatonal. Subrayo que dos beduinos se dirigen en inglés a un transeúnte y le preguntan por “exange”. No son de acá, vienen del reino de enfrente; allí, una dinastía beduina reina sobre una gran mayoría palestina. El “exange” está aquí, al lado, estamos sobre una peatonal de corto tramo, que es eje de un centro comercial modesto, el más grande de esta ciudad. Otros que pasan por la casa de cambios son peruanos, dos chicas y un hombre´de treinta años. Se despide de ellas, “ahorita me voy a Beer-Sheva”. Enseguida, un refugiado africano, dos metros de altura, con bebé a upa, retoma el inglés, “exange”, ahí está. Y una argentina, “vamos a pedir otro”.
Doce y cuarto, a las y media tengo dentista, treinta metros en diagonal. El café que pido tiene causa, si extraen mi muela, no puedo beber no comer caliente por el resto del día. El café, de hecho, ya está aquí, dulce, empalaga porque el grano que usan es malo. Én Petrocilia venden café barato, sale cinco shekels. Es el mediodía y no hay nadie sentado aquí, salvo yo, y un nene que pone figuritas sobre una de las mesas. Su padre, entre la impaciencia que controla y su celular, le incita, “vamos, guardá eso en los bolsillos, vamos a comer unas pitas.” El chico junta las estampitas, no se alegra de la perspectiva de faláfel, del mismo modo que su padre no muestra entusiasmo por la respuesta de su hijo. El nene tiene seis años, y son tres los helicópteros Cobra, dos en punta, cabeza de diferencia, el tercero rezagado a diez cuerpos, se dirigen a su base.
En la pared que tengo enfrente, un grafitti en caracteres latinos, semiborrado: ¿Nuria?
Pago y me acerco, no: “Miria”
La “m” se perdió.

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