Contaba, hace unos meses, el cuento de Arad y Aradán. Lo he reemplazado, en estos días, por un acercamiento directo a la trama, porque, de otro modo, se crea un malentendido. No reniego de lo ya escrito, pero se me impone, en este momento, poner a un lado cualquier elemento ficcional que distraiga.
De los barcos que llegarán con ayuda en estos próximos días, y que serán detenidos y abordados, quién sabe con qué nivel de violencia, por Israel, uno o dos son de Irán. El otro es libanés, detrás del cual, según gustan acusar en Israel, están, también, los iraníes.
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